Hoy te miré a los ojos mientras lo defendías. Me pediste varias veces que te cuente que pasó, por qué. Me miraste a los ojos cuando me dijiste que debía tomar una decisión. Y te elegí a ti.
Por qué por ti y por ustedes es que hago esto y no tengo la fuerza de antes para señalar los por qués. Ya no tengo fuerza para vivir las consecuencias.
El mundo se esta abalanzando contra mi y cada vez pierdo un poco de mi. El alma soporta todo pero queda herida. Y te juro que, si supiera que hacer, lo haría; a pesar de las consecuencias, de lo que me pase.
Pero no puedo decirlo mirándote a los ojos. No puedo decirlo.
Antes no lo dije por el miedo de que nada cambie. Miedo a que cambies frente a mi, a que me veas sufrir para que tu te conformes.
Ahora tengo miedo a eso y a todo. A que me derrumbe frente a todo ese desastre. Estoy a un golpe más de perderlo todo.
Me estoy hundiendo.
Y tu estabas dispuesta a dejarme sola por él.